Las tripas de La Naranja Mecánica

La violencia como tema central de una historia. Esta frase tan contundente sería el resumen de la entrada de hoy, que nos da pie para refrescar la memoria sobre un personaje a la vez odiado y querido. El que os escribe odia las celebraciones marcadas por el calendario -malditos yanquis por inventar el 14 de febrero- y ya que en el año próximo se cumplirán cuarenta años del estreno de la película y en el siguiente cincuenta años de la publicación libro, dedico esta entrada a una de las novelas más controvertidas que la mente ha concebido.

Se podría afirmar que La Naranja Mecánica nos introduce literalmente en la mente de un psicópata obsesionado con el sufrimiento humano. El narrador de la historia, el propio Alex, se nos presenta como un adolescente que sólo se divierte observando el dolor de las personas que le rodean. Las fechorías descritas en la primera parte del libro y perpetradas por Alex y sus tres amigos, junto con las descripciones que hace de sus obsesiones, nos ayudan a entender la personalidad de este personaje tan controvertido. Los métodos dictatoriales que utiliza con sus compañeros de juergas para mantenerse como líder del grupo le llevarán a la cárcel por la traición de sus tres compinches. Su estancia en la cárcel se presenta como el final en la vida de nuestro amigo Alex, pero la intervención del párroco de la cárcel, que le protegerá y le intentará reinsertar en el buen camino por medio de la religión, supondrá su supervivencia.


La utilización pionera de la técnica Ludovico por parte de las autoridades penitenciarias supone el punto de inflexión de la historia y le ofrece a Alex la posibilidad de acelerar su salida de la cárcel. Él pretende salir de su encierro para vengarse de sus antiguos amigos y luego continuar con su antiguo modo de vida. El objetivo de las autoridades gubernamentales será dar publicidad al primer paciente de la terapia Ludovico, que convertirá a un delincuente reincidente en una persona incapaz de tener siquiera pensamientos violentos. Alex se convierte en el primer sujeto de esta particular terapia que consiste en el visionado de películas violentas bajo los efectos de las drogas, y en dos semanas se convierte en un hombre libre, para salir de la cárcel con el inconveniente, eso sí, de ser impotente para tomar decisiones. La única salida que encuentra Alex para escapar de la vida que se le presenta es el suicidio. No lleva a buen término este plan pero paradójicamente le devolverá de nuevo la posibilidad de recrearse en sus fantasías preferidas.

Anthony Burgess es el autor de esta polémica obra. Nacido en Manchester en 1917, este polifacético autor vive en sus propias carnes la crueldad humana cuando en 1944, en plena 2ª guerra mundial, se convierte en víctima de un asalto de tropas estadounidenses. Cuatro soldados americanos atacan al escritor y a su pareja embarazada, provocando el aborto de esta a causa de la violación sufrida. Este hecho traumático de su vida inspira la historia de La Naranja Mecánica, incluso trasladando esta vivencia a una escena de la propia obra literaria. El relato se convierte en una reflexión sobre la moral humana y la influencia que tienen las autoridades políticas sobre el poder de decisión del individuo.

Anthony Burgess pretende dar atemporalidad a la obra y la encuadra en un futuro indefinido para intentar que la lección incluida en la narración sea lo más universal posible. A este impreciso marco temporal, el autor suma un curioso vocabulario parido por su imaginación, que aleja el propio relato de su fecha de publicación. La formación lingüística de Anthony Burgess le permite crear una jerga juvenil, el Nadsat, que ayudará a definir la personalidad de las figuras que intervienen en la novela. La inclusión del Nadsat en la narración tiene como consecuencia en el lector, quizá no pretendida por el padre de la obra, el distanciamiento con los truculentos hechos descritos.

A lo dicho anteriormente habría que añadir la polémica que rodea las diferentes ediciones de la obra. El famoso capítulo 21 fue suprimido por el editor estadounidense. En este episodio 21 Alex madura y decide cambiar de vida y formar una familia. Aduciendo la no inclusión de este último capítulo en la edición americana, Stanley Kubrick sólo utiliza los primeros 20 capítulos para trasladar la historia al cine. El propio Anthony Burgess, en el prefacio de La Naranja Mecánica editada en 1986, se muestra molesto por esta situación y por la resistencia que tiene esta versión de su obra en la memoria colectiva, de lo que echa parte de la culpa a la película de Kubrick.



Hoy en día La Naranja Mecánica no se puede entender sin las imágenes creadas por Stanley Kubrick. Quizá la adaptación cinematográfica de A Clockwork Orange sea el proyecto más personal de Stanley Kubrick, la única película junto con Barry Lyndon en el que el extraordinario director es el único autor del guión. Este genio neoyorquino traslada a la gran pantalla la historia del psicópata Alex, interpretado por Malcolm McDowell, proporcionando siempre un punto de vista personal para separarse de la obra original.

Entre las aportaciones de Stanley Kubrick a la historia cabría destacar las pequeñas variaciones en la personalidad de las víctimas de Alex para provocar en el espectador cierta simpatía en el personaje principal. Esto provocó cierta controversia en el estreno de la película al entender, una parte de los espectadores, que se promocionaba gratuitamente la violencia. Esta violación de la idea original de Anthony Burgess en la película se compensa con otras ideas magistrales propias de Kubrick. Pondré como ejemplo la teatralidad plasmada en toda la película -incluso con dos escenas ambientadas en teatros- o la importancia que dio el director a las expresiones faciales de los personajes, asemejándose a las máscaras portadas por Alex y amigos en sus correrías nocturnas. Esta expresividad, llevada al extremo en algunas escenas de la cinta, llevará a los personajes a rozar la caricatura y a ser, por tanto, una crítica de lo que representan en ese momento.

Con vuestro permiso, he utilizado esta entrada como homenaje a dos obras sobresalientes y a sus respectivos autores. Terminaré despidiéndome con una cita del propio Anthony Burgess que, creo, sintetiza la idea principal de la obra: “Quizá el hombre que elige el mal es en cierto modo mejor que aquel a quien se le impone el bien”

P.D.: Para terminar os recomiendo el visionado del video promocional de A Clockwork Orange que fue creado para convencer a las masas para que se dejaran el dinero en las taquillas. Cual técnica Ludovico este video se introduce en las mentes de los espectadores, y estos quedarán a las órdenes de Stanley Kubrick. Disfrutadlo...

9 comentarios:

  1. Menuda chorrada de análisis. El estado es un eficaz incitador a la violencia, como bien sabe el bueno de Anthony, mas lo contrario es tan utópico como que tú escribas un artículo que no me haga bostezar. La peli mola porque es una locura y Alex un tío encantador. Y Kubrick, basado en la hipótesis de que la psiquiatría conductiva funciona, reflexiona sobre la naturaleza del mal, que al igual que el bien es un concepto que solo puede aplicarse a personas libres, y cómo la violencia sistemática de las autoridades (con sus prisiones, psiquiátricos, policía…) es más peligrosa que la violencia inconsciente y gratuita de Alex.
    ¿Tú piensas cuando escribes o te crees Picasso, garabateando lo que dicta tu subconsciente cuando despiertas repentinamente a altas horas de la madrugada?

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  2. Enhorabuena por tu comentario, de un ingenio apabullante. Se nota que eres todo un maestro de la palabra. Si tu coeficiente intelectual está a la altura de tus reflexiones no te quepa duda de que el Estado tiene programas de los que podrías beneficiarte. Te recomiendo el internamiento subvencionado en un centro para personas con discapacidad cognitiva, donde igual hasta te encuentras que no eres el más tonto del grupo, una cruz que seguro que te ha costado llevar toda tu vida.
    Si quieres atacar, hazlo con algo de clase y, sobre todo, contundencia, que mariconadas como ésa las escucho a diario de todo tipo de inútiles con la misma imaginación que un hámster. Mejor dedícate a comentar en otros blogs porque aquí a los moñas como tú les damos por el culo y a la mañana siguiente nos preparan el desayuno.
    Sr Roña, esta chusma no da la talla…

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  3. Troll te agradezco que te hayas leído la entrada y te molestaras en realizar una crítica aunque me puntúes negativamente. Ya que tú vas a marcar el nivel intelectual del blog trataré de estar a la altura en próximas ocasiones. Por lo que escribes deduzco que el tema si te interesó así que me apunto el tanto de acertar en la temática y si la próxima vez que nos crucemos no te provoco bostezos me daré por satisfecho.

    Aprovecho el comentario para invitar a todos los participantes en estas discusiones a identificarse, los anónimos deberían estar prohibidos. Creo que conseguiremos unos comentarios más trabajados, a la altura del que marca el nivel del blog, nuestro Troll oficial.

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  4. A este troll lo que le pasa, como a cualquier otro, es que no tiene una vida aparte de la que hace en la Red, donde paga con todo el que puede sus frustraciones. Seguramente sea un criajo de quince años sin amigos, con gafas de culo de vaso y lleno de granos de darle a la zambomba, que es lo más parecido a una relación que habrá tenido jamás. Y, por favor, ¿qué es eso de dar por el culo? ¿Tú hablas de insultar con clase? No creo que nadie por aquí vaya a prepararte ningún desayuno, no te creas tan listo por saber articular dos párrafos. Marsellus, no te confundas, este tipejo no marca el nivel de nada salvo del mal gusto. Y muy acertado tu análisis de la peli.

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  5. Veo que conoces a la perfección el arquetipo del troll, lo que sin duda te convierte en un estudioso de lo intranscendente o en uno de los míos. Si la razón es la primera, no leas el resto, olvida lo que ya has leído y pídele a tu mami que te ahogue con la almohada mientras duermes, no mereces mi réplica ni tampoco desaprovechar nuestro preciado y escaso oxígeno. Sin embargo, leyendo entre líneas tu comentario, yo apostaría por lo segundo. La diferencia entre tú y yo, aparte de que yo defiendo mis deliberaciones con argumentos (¿nos has brindado tú uno solo?), es que yo no irradio hipocresía por los cuatro costados, criticando, con evidente hostilidad, la mala leche de los demás. Otra diferencia se observa en la comprensión del concepto de metáfora, desconocido para ti, aunque ahora que lo estás sintiendo en tus propias carnes quizás, solo quizás, entiendas mejor mi alusión a la práctica del Griego. Ahí está la clase, hermano. La expresión “darle a la zambomba”, sin embargo, rezuma un estilazo que ni David Bowie en los 70 (guiño al Sr Roña). Si Cervantes levantase la cabeza, se quedaría obnubilado por la emoción ante las cotas a las que has elevado la lengua que tanto amaba.
    A lo mejor tu idolatrado Marsellus, con sus disertaciones más propias de un cefalópodo que de un homínido, puede solucionar tu falta de cariño, que yo, como misántropo y solitario troll que soy, amén de pajillero, comprendo debe martirizarte hasta el punto de ocultar tu verdadera personalidad y presentarte aquí arrastrándote a suplicar una gota de comprensión. Me resulta cómica la inocencia de la que haces gala al pensar que aquí vas a encontrar la paz. ¿De verdad que no te sientes mejor cuando despotricas y maldices? Venga, Dr Jekill, rompe el yugo que aprisiona a tu Hyde y sé libre.
    Por cierto, el café con dos cucharadas de azúcar.

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  6. estimado troll, he de decirte que no se escribe ni se dice coeficiente intelectual, sino cociente, kizá seas tú el que necesita un programa de ayuda. Un cordial saludo.

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  7. Bueno, bueno. ¿Te has quedado a gusto, no? Pues, para que veas que eres un ridículo, simplemente me remitiré a la RAE: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?LEMA=coeficiente
    Me descojono de tu excelencia hablando y, sobre todo, mucho, mucho, de ti.
    Otro cordial saludo, pringao.

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  8. Me interesa saber qué tipo de padres eran los de Alex DeLarge

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