El Juego de Ender vuelve a funcionar.


Hace años que Hollywood le tiene echado el ojo a El Juego de Ender, de Orson Scott Card, pero todo intento de adaptar la novela ha resultado infructuoso hasta la fecha para desgracia de los amantes de la ciencia ficción en general y de Ender en particular. La desgracia se torna en maldición cuando, para espanto general, L.A. Times anuncia hace un par de días que Gavin Hood, expendedor y fabricante de churros y porras como Expediente Anwar (2007) y X-Men Origins: Wolverine (2009), se va a encargar de la película y, herejía, ha retocado el guión que Scott Card ya había reescrito incontables veces desde los noventa. A pesar de todos estos malos presagios, una luz al final del túnel: la insistencia del escritor mormón en que jamás autorizaría una adaptación que vulnerase la esencia del libro. 

Rafael Marín publicaba en Artifex (Vol.18; Abril 1998) esta charla con Card, entrevista imprescindible para cualquier lector habitual de este prolífico y popular escritor, en la que podemos encontrar motivos para la esperanza de que la película respetará el espíritu de la obra original sin convertirla en un High School Space Musical, donde Ender acabe con el problema de que nunca le han besado en una escena final con baile de graduación, ponche de hormonas y la Hannah Montana de turno frotándole to lo negro -¿all black?-. Card desmiente tal posibilidad en la entrevista antes referida:

"Me han pedido que escriba el guión de la película cientos de veces en los últimos diez años. Pero siempre querían hacer que Ender tuviera dieciséis años, y se enamorara... No quise vender los derechos, no importaba cuánto me ofrecieran, a menos que fuera descrito como un niño de menos de doce años (...)"



Las intenciones del escritor estadounidense seguían siendo igual de saludables en Noviembre de 2008, como nos contaba L.A. Times ya en 2009. Según parece, Card no se sentía cómodo con la dirección de Wolfgang Petersen (Das Boot, En la Línea de Fuego, La Tormenta Perfecta, Troya...) y cortó por lo sano una vez más. Que Gavin Hood se haga cargo ahora del filme, vistos los precedentes, no significa que lo acabe dirigiendo, pero de ser así parece que lo hará aceptando las exigencias de Card. El problema que ahora -con el poeta Hood- se plantea es que la película no se convierta en un espectáculo de efectos que olvide la terrible realidad de Ender, al aniquilador en masa, niño inocente, pequeño monstruo.












Orson Scott Card  ganó con El Juego de Ender el Premio Nébula de 1985 y el Premio Hugo del 86. El libro tuvo buena acogida, aunque hubo críticas hacia su protagonista y a la aparente justificación de su brutalidad por parte del autor, que vio cómo comparaban a Ender con Hitler. Otras críticas se centraron más en el estilo literario de Card y en cambio supieron ver la sutileza con la que el autor mormón se mantiene cerca de Ender, dentro incluso, y, objetivo, lo observa sin convertirse en su padrino, sin manipular nuestra percepción de este "Napoleón en pantalones cortos", como decía la breve reseña de Gerald Jonas, allá por el 85, en el New York Times.


Card publicó en 1985 El Juego de Ender, novela ya universal de ciencia ficción que narra el entrenamiento del niño Andrew Wiggin, conocido como Ender, para participar en una inminente guerra contra una civilización alienígena -los insectores- que prepara un tercer ataque a la Tierra. Ender es el tercer hijo de una familia que tiene permitido violar el estricto control de natalidad en la Tierra debido a la naturaleza genética de los vástagos: todos son genios; sus dos hermanos ya han sido descartados para un papel, el papel,  que Ender, última alternativa, deberá asumir. Aspira a dirigir la flota, la resistencia humana, contra el tercer ataque insector, que llegará con otras tecnologías, más eficaces que las de anteriores invasiones. Ender afronta años de entrenamiento en entornos sin gravedad, en equipo con otros chicos y con unas reglas, físicas o impuestas, que limitan los movimientos y la acción en el espacio de batalla; allí Ender aprende el juego, su juego, y evoluciona, vemos cómo se adapta a la estructura jerárquica y normativa demostrando una tendencia natural a quedar por encima, pase lo que pase. Los planes de los que manejan los hilos están presentes siempre en la mente del crío, que sabe que es manipulado, pero no intuye hasta que punto, y a veces los de arriba le protegen para encubrir alguno de los horrores que perpetra, otras veces le complican la vida y la mayoría de las veces le observan sin intervenir, estudiando cada gesto, contentos de su creación y adivinando su terrible naturaleza. Todo esto hará que Ender, ya emancipado de la hermana, ambicioso, genial y consciente de sus posibilidades, se exija siempre más y obtenga siempre más, a cualquier precio en ocasiones, porque, cuando es atacado, Ender no falla, nunca, y esa brutal eficacia supone un coste para la mente del niño de doce años que hay en el fondo, torturándolo y transformándolo, moldeándolo para asumir que es una máquina en la batalla, que no vacilará en extinguir una amenaza; el ser despersonalizado que quiere cualquier ejército elevado a la máxima expresión; no en vano, la novela de Card es de obligada lectura en varios niveles del ejército norteamericano...
"Los soldados, de algún modo, nunca vuelven a casa." (Card en L.A. Times (Jan, 5, 2009, Página 2))

3 comentarios:

  1. Para mi bautismo en los comentarios he elegido este texto que tiene cierta relación con mi persona(para más información preguntad al señor rosa)
    Por el cariño que tengo a esta novela espero que no se convierta en otro caso JD Salinger en el que un heredero del autor tenga que dar luz verde al proyecto cinematográfico.

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  2. Hola Rik, haces una referencia muy interesante. El Guardián Entre el Centeno siempre tuvo el obstáculo de su autor, aunque parece que una vez muerto -falleció en enero- y con los actuales impuestos sobre los derechos, la posibilidad está más cerca.
    Aquí puedes leer algo del asunto...

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  3. Me encantó esta novela. A ver el cuando, pero sobre todo el cómo.

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