¡Va por vosotros!

Hace unas semanas este que suscribe se sorprendió a sí mismo al observar con cierto estupor y una indisimulable mueca de divertida complicidad, el titular de una noticia publicada en la web de Europa Press: 


Inmediatamente me asaltaron los fantasmas de mi subconsciente, y una encarnizada lucha interna comenzó a librarse en zonas de mi psique de las que no hablo con mis amigotes, como diría el entrañable coronel Nathan R. Jessep.

En un bando se posicionaron mi empatía, mis valores, mi humanidad y mis nunca suficientemente ponderados y a menudo ignorados buenos sentimientos, que en un ejercicio de fuenteovejunismo se lanzaron todos a una a reprobar cualquier intento de justificar lo que es, a todas luces, un crimen execrable.

Del otro lado, en formación de a tres, se lanzaron al ataque mis muchas y creo que muy justificadas manías, mi misantropía galopante y un sentido del decoro alarmantemente nacionalsocialista que se apodera de mi persona siempre que traspaso el umbral de ese templo del arte y del saber que es una sala de proyecciones, y que con furor guerrero trataban de implantar en mí la idea de que, a cientos de kilómetros, se había producido un acto de justicia poética.

El destino, caprichoso, ya se sabe, y cargado en ocasiones de un macabro sentido del humor, quiso que justo el día anterior a desayunarme con tan terrible noticia, asistiera a un pase de Cisne negro que, por obra y gracia de un par de seres hambrientos que parecía acabasen de ser liberados de un cautiverio de lustros en una prisión balinesa, se convirtió en una biblioteca de efectos de sonido que sería la envidia de un documentalista de la National Geographic, o del montador de la saga Saw.

La profusión de gruñidos, jadeos, crujidos, y sorbos, aderezada con los estridentes y grimosos ruidos que produce una bolsa de aperitivos al ser aplastada, me llevaron por un instante a tener plena certeza de que lo que había detrás de mi butaca no era humano. Esa manera implacable de deglutir, alargada en el tiempo de manera incomprensible, como si asistiéramos a unas modernas bodas de Camacho, hizo mella en mi resistencia. El miedo se hizo fuerte en mí de manera tal que no era capaz de girarme hacia esa cochiquera que era la fila 13 a reprobar su actitud, habida cuenta de que casi con total seguridad me iba a encontrar a un par de gremlins desatados, como en la famosa escena de la película de Joe Dante.




Observar las gráciles evoluciones de ese ángel llamado Mila Kunis sobre las tablas, un placer que debería ser protegido por la Unesco, se tornó de repente en una experiencia sucia e ingrata, lo que me condujo a desear la propiedad y tenencia de una Uzi para poner fin a semejante anatema, idea esta que compartí de inmediato con mi acompañante, mi tía, una mujer de 75 años que lejos de escandalizarse ante mis instintos homicidas, asintió con una condescendencia que creo que era fruto de mi elección, ya que pude intuir en su mirada que, con la sabiduría que otorga la edad, ella hubiera optado por la más barata y fiable Kalashnikov.

Se decía antiguamente que al pueblo se le conocía por cómo se comportaba en el teatro. Creo que no le falta verdad a esa aseveración, y que viendo cómo se comporta el español medio en nuestros modernos teatros, los cines, podríamos concluir que estamos jodidos. Por lo menos en lo que a educación y saber estar se refiere. (Y si echamos un vistazo al box office patrio, en lo que es a cultura y buen gusto también, pero esa es otra historia…)

A día de hoy, siguen escandalizándome muchas de las manías adquiridas y normalizadas por el ciudadano de a pié. Llegar tarde al pase, molestando a los espectadores que sí han tenido la delicadeza de estar a su hora, buscando la butaca correspondiente, haciendo levantarse a media fila de personas para alcanzar ese particular Everest que es para muchos encontrar su sitio (¿de verdad es tan complicado?) debería estar prohibido.

En la ópera por lo menos lo está: intente usted acceder al patio de butacas una vez empezada la función, verá qué divertido. ¿Por qué allí no se permite y en el cine sí?

En una obra de teatro nadie tiene los santísimos arrojos de articular ni medio vocablo. Por qué en el cine se sienten con libertad suficiente para organizar semejantes mesas redondas, con debatientes, contertulios y un fluido intercambio de información y pareceres, sigue resultándome un misterio tan insondable como la ya expuesta necesidad de alimentarse mientras se disfruta una película. ¿No pueden hacerlo antes, o después? ¿Acaso siendo durante, existen mecanismos orgánicos más cercanos a la alquimia que a la ciencia, que transforman el bolo alimenticio en un super-nutriente que confiere poderes sobrehumanos y aumentan nuestras posibilidades de fornicar exponencialmente, y los demás no nos hemos dado cuenta aún? Y suponiendo que así fuera, ¿a qué malévola y perversa entidad superior se le ocurrió la brillante idea de que TODOS esos alimentos crujieran? ¿Y por qué los que no crujen van envasados en bolsas que sí lo hacen? ¡Al cine se va merendado de casa, coño! ¡O del Vip´s! Se antoja imprescindible una ley que de una vez por todas prohíba vender e introducir en los cines basura digerible.

Somos un público de natural tan maleducado, que se hizo necesario el rodar y pasar spots antes del film, exhortándonos a apagar los móviles. El éxito de esta iniciativa es por todos conocido y una y otra vez constatado, ya que no asisto a proyección alguna en que no suenen dos o tres de estos ingenios diabólicos. Es más: en un más difícil todavía, existen formas de vida antropomórficas que en un alarde de desprecio por sus sufridos vecinos de butaca ¡contestan a esas llamadas! ¿Eso no debería estar tipificado en el código penal?

Como espectadores, asistimos desamparados a una ola de grosería y falta de civismo que se extiende de manera alarmante por nuestros nichos culturales, sin que nadie haga nada por imponer una serie de muy básicas y elementales normas, ni de velar por su cumplimiento, ya que el sentido común y el respeto, que deberían ser los motores de nuestros actos, hace tiempo que abandonaron la nave.

Resulta que el asesino de Riga, como reza la no tan terrible noticia, tenía, además de ser graduado en la Academia de Policía, un doctorado en Derecho por la Universidad de Letonia. Además de madero era abogado, oigan. Así que se erigió a sí mismo en juez y parte de semejante oprobio, y como un Judge Dredd de tres al cuarto, puso en práctica aquella venganza que, seamos honestos, todos hemos fantaseado con llevar a cabo alguna vez, y que seguramente él perpetró harto ya de aguantar y aguantar palomitas, sorbitos de coca-cola y demás ignominias .

Dicen que esperó tranquilamente su detención, sin mostrar oposición, sentado en su butaca. Tal vez saboreando con aire victorioso su momento, y tal vez pensando en todos los espectadores que alrededor del mundo, tenemos que soportar conductas que, por decencia, uno debería reservar para el salón de su casa.

Y tal vez, y solo tal vez, pensó: “Va por vosotros”.

6 comentarios:

  1. Bienvenido a esta casa, Mr. Jankis. Empiezas con un tema polémico, las palomitas tienen muchos fans.
    Las entradas: 12 euros; el politono de Rihanna: del emule; la cocacola: 2 pavos; las palomitas: 4; la bolsa de plástico para las cáscaras de pipa: del Mercadona; la satisfacción de joderle la peli a alguien: no tiene precio.

    Bromas aparte, vaya loco el letón de la pistolita...

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  2. (Aplausos) (Aplausos)

    Me llamo Dita, y a partir de este momento, soy una lectora de éste blog... y si en alguna ocasión se te pasa por la cabeza fundar una religión, avísame enseguida, por favor, porque quiero ser tu primera adoratriz y Suma Sacerdotisa. Me inclino ante tí de todo corazón, hígado, riñones, pulmones y todo lo que haga falta.

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  3. Es así, la gente es adicta al sonido celestial de los cerdos rumiando... en el fondo somos animales, esa es mi reflexión (era) cada vez que voy (iba) al cine. Por darle alguna explicación, supongo.Por suerte en las grandes ciudades tenemos algún que otro maravilloso lugar donde saben separar los conceptos de cine y de rumiantes con ganas de ser oídos mientras rumian... afán de protagonismo quizá... qué sé yo... Luego tienen los cojones de sentirse cinéfilos... qué Dios les pille confesados, porque se ha abierto la caja de los truenos... jur jur jurrrrrr

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  4. En mi dictadura este caballero, de gatillo fácil sería comandante de las fuerzas armadas.

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  5. Maravilloso y estremecedor alegato contra los cinéfilos alborotadores en particular y la humanidad en general. Imaginativa, perspicaz, brutal prosa, de una calidad descriptiva y una fuerza emotiva desgarradoras. Ideas controvertidas y opiniones fuera de tono. Una joya, oiga.

    Desde este momento pasa usted a engrosar mi lista de archienemigos.

    Y hechas las presentaciones, vayamos a lo que interesa: si lo suyo son las semiautomáticas, la Beretta es su mejor opción. No son especialmente discretas pero sí mortalmente eficaces. Esos malditos, esos incivilizados y primitivos seres, no tendrán la suerte de que una bala se encasquille en el momento más inoportuno; no señor, el trabajo será consumado a la perfección.

    Hasta la próxima, Mr. Yankis, que quizá no sea tan placentera como ésta…

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  6. Todos tenemos nuestras manías, el señor Jankis se siente atacado por los que se alimentan en los cines. Yo detesto, connotaciones homicidas incluidas, los que se atreven a tocar los pies de mi chica.

    Bienvenido Sammy.

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