Degustación de Titus Andronicus: Hambre de venganza.

Lo confieso. El teatro no es lo mío. Nunca he llegado a contactar del todo con ese mundo, quizá más por pereza que por prejuicios propios. Acercarme a las tablas me es tan difícil como fácil me es entrar a un cine. Cosa de costumbre, supongo. Es sencillo mantener un hábito que se adquiere en la infancia, sobre todo si luego la representación se puede ver en DVD. Por supuesto, de teatro en DVD no hablamos. No es un arte que quepa en ese formato, hasta ahí llego. Si acaso, leído. Lo suyo es quitarse la tontería y hacer un esfuerzo por empezar a crear nuevas costumbres que, como en este caso, sólo pueden ser satisfactorias. Aunque al principio cueste sentirse un ignorante en un medio desconocido, merece la pena aprender desde las primeras sensaciones, y el teatro ofrece muchas incluso para una mente obtusa como la que escribe.

Lleno de buenos propósitos, y como iniciativa dentro de mi plan de aproximación a la farándula, adquirí hace unas semanas una localidad para la función Degustación de Titus Andronicus que La Fura dels Baus ha traído a Madrid. Esta tragedia de Shakespeare ya es suficientemente atractiva como para tentar a cualquiera, pero esta vez aparece con el valor añadido de una compañía ya histórica, La Fura, que ha trascendido las barreras de cada ámbito de la representación y ha borrado las fronteras de varias disciplinas y medios, transformada ya, con más de treinta años a sus espaldas, en una plataforma creativa multimedia que encuentra sus señas de identidad en la interactividad total con el espectador, en la mezcla de sensaciones y canales  de recepción, y en una estética característica muy moderna.


Conviene conocer un poco esta tragedia de Shakespeare para comprender lo que hace La Fura con la obra, ya que la compañía catalana propone un experimento muy particular: dar de comer al público incorporando la comida en la narración. No se han cortado para cumplir este objetivo, desde luego, y han reclutado para la causa nada menos que a Andoni Aduriz, chef de Mugaritz, restaurante vasco de autor con dos estrellas Michelín.  A él y al cocinero Javier Vergara, de la misma casa, les corresponde la tarea de crear un menú que acompañe la obra, culminando en el banquete final en el que el general Tito sirve a la emperatriz Tamora la carne de sus hijos.

Como buena tragedia, esta obra acaba como el rosario de la aurora; de hecho, la violencia es protagonista por encima de todo. Las salvajadas que los personajes se hacen unos a otros engendran una espiral de muerte y traición que evoluciona en un único sentido: el de la venganza brutal y despiadada como única respuesta. Todo ello mezclado con el amor  y el honor, catalizadores aquí de la fatalidad a la que se dirigen sin freno los orgullosos protagonistas.   Considerada como un claro antecedente del gore por su violencia extrema, esta historia narra la relación del general romano Tito Andrónico con la reina goda Tamora, a la que trae presa junto a sus hijos de una campaña de conquista. Siguiendo la tradición, Tito sacrifica a uno de ellos y Tamora jura venganza, posibilidad que le brinda el destino cuando el nuevo emperador la desposa después de que la bella Lavinia, hija del general, le rechace. Entonces, Tamora y su amante negro Aarón conspiran y planean una trampa para Lavinia, que es violada y salvajemente mutilada por los hijos de la nueva emperatriz. Lo demás os los podéis imaginar ahora que sabéis el menú de la cena al final de la obra. 

La Degustación de Titus Andrónicus, como la titula La Fura, se representaba en las instalaciones del Teatro del Canal de Madrid, aunque acaba de emigrar a Viladecans, siguiendo  un Tour de dos años. Los peculiares escenarios de La Fura encontraron espacio en el moderno edificio de Cea Bermúdez, dentro de una sala que admite su propuesta. Un espacio amplio –que luego se revelaría no tan grande- y abierto, en bruto, con unas tarimas a cada lado de su planta rectangular, a las que treparían después los actores a su conveniencia. En un lateral, en la más elevada, se erige la cocina, presente en la obra a la vista y al olfato, siempre acompañando, y, si uno es avispado, presente también en el estómago. Contenido, el público intenta mantener la compostura para no lanzarse como locos sobre los romanos que reparten el papeo, escaso para la hora de la representación, la de la cena. El equilibrio entre el mínimo decoro y la urgente necesidad de alimento, un arte a dominar si eres testigo de esta orgía de sangre, comida y sexo.

El espacio central, libre, es aprovechado por los actores que se alzan sobre el pueblo romano –nosotros- en unas torres motorizadas que son púlpitos, trocitos de escenario desde los que se destacan los personajes, yendo de un lado a otro a través de la turba, recitando a toda pastilla un libreto que es condensado en apenas ochenta minutos, todo un mérito. Alrededor, las paredes forman una pantalla de 360 grados que complementa la escena con estímulos visuales, dando profundidad cuando quiere, narrando, otras veces, cosas que no nos dicen los personajes, a veces algo difíciles de localizar en la vorágine audiovisual que embota los sentidos del espectador. Así el ritmo, la estética, la música tecno –otra seña de La Fura-, la cocina haciendo torrijas y Lavinia, estupenda ella, retorciendo su cuerpo en las pantallas, mientras uno disimula para pillar una uva bajo sus pies –vaya, ya veo que hoy sí comes fruta, cariño-, componen una experiencia divertida y sorprendente, aunque exigente a nivel físico –cuidado, atropellos con tractor garantizados-, psicológico –seguir la historia, mirar a Lavinia de reojo y esquivar a los actores motorizados requiere concentración- y disciplinario –no pegar a los demás por la comida de Aduriz demanda autocontrol en una sala oscura que anima al pillaje gastronómico-.

La pantalla también revela intenciones.
El resultado es magnífico, en mi modesta opinión, aunque el ritmo frenético y la puesta en escena, con un marco que engloba a actores y espectadores, además de la aportación de la infinita pantalla, requieren atención para seguir la historia. Como decía, creo que es recomendable conocerla antes, ya que se saborea mejor el conjunto de lo que nos ofrece La Fura, abrumadora en su propuesta. Hay precedentes de adaptación al cine de esta tragedia que permiten acercarse a la obra, en especial la versión dirigida por Julie Taymor (Titus, 1999), con una estética también muy arriesgada pero eficaz, con la que esta representación de La Fura tiene algún punto en común. Anthony Hopkins y Jessica Lange mediantes, nada menos. Los actores de la compañía catalana, exigidos en esta propuesta de una forma muy distinta a la del cine, llenan la escena con su fuerza y sobre todo, sus cuerpos, herramientas mucho más eficaces en este medio que tan bien parecen conocer. La entrega física de todos y la original puesta en escena son garantías que ayudan dentro de una narración agitada y muy condensada, con un lenguaje que ya es marca de la casa y que impide la indiferencia.

La recomendación de conocer antes la historia nace de mi punto de vista, condicionado precisamente por saber de esta tragedia gracias a la película Titus, algo que, creo, me ayudó a disfrutar de la versión furera totalmente. Aún así esta Degustación de Titus Andrónicus es un espectáculo recomendable, impresionante para cualquiera, con una mezcla de teatro, cine y cena que supone una exhibición única de una compañía inimitable, que decide esta vez ponerse fina y tratar con delicadeza otros sentidos del espectador, obsequiándole con bocaditos de Mugaritz en lugar de manchar su ropa. Treinta afortunados del público cenarán de gorra cada noche, mientras la sangre fluye alrededor, para enseñarnos que “después de las tragedias la gente sigue comiendo”, tal y como rezan las pantallas cuando todo ha acabado. Efectivamente, esos treinta cabrones seguían comiendo. ¡Por los Dioses! ¡Venganza!

4 comentarios:

  1. Pues ahora vienen a Málaga y no pienso perdermelo...a ver si tengo suerte en el sorteo y salgo de alli ya cenada! jejejeje

    ResponderEliminar
  2. Si a ver si tienes suerte, porque yo fuí y no me tocó, y la verdad es que olía a casquería rica, y además así no te quedas con cara de odio mirando a los que les ha tocado la cena.....y además la representación merece la pena.

    ResponderEliminar
  3. pero más vale que no te de grima la sangre, porque cuando fuí yo hubo algún desmayo,y lo triste es que nos creíamos que formaba parte del espectáculo y ahí se quedaba el pobre hombre tirado hasta, que vinieron de seguridad

    ResponderEliminar
  4. La cena es a base de carne de cerdo, que -por qué será- es la más parecida a la humana. La clave, como dicen por ahí arriba, es que te toque. Si no os pasará como a mi, que salí corriendo a cenar nada más acabar la función, consumido por la envidia y la incredulidad ante la falta de tacto de La Fura, que no invitó a cenar a este prestigioso blogger. Por eso clamo venganza en el post...

    ResponderEliminar

Licencia de Creative Commons
Rosebudsonlospadres by Daniel Jaume is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Based on a work at rosebudsonlospadres.blogspot.com.