Cuenta Raffaele Simone en La Tercera Fase que nos encontramos en un periodo de transición en nuestra manera de entender las cosas, en la configuración del pensamiento. La prevalencia de los medios audiovisuales respecto al texto es el motor del cambio en nuestra percepción. El lingüista italiano explica cómo la forma de asimilar información determina nuestro pensamiento y cómo, tras siglos de evolución en un sentido, nos desviamos hacia una costumbre abandonada discriminada hace mucho. Simone no toma partido, pero advierte que el cambio conlleva renuncias importantes para nuestra tradición cultural –el libro, entre otros, en peligro- y alude, de forma irónica, diría, al homo videns de Sartori, que en 1998 hablaba directamente de una involución cognitiva hacia la época del post-pensamiento –reíros, monos del futuro-. La Tercera Fase no nos habla de verdades absolutas, ni dibuja apocalipsis culturales, pero sí informa de la evidencia: hay una revolución en la manera de asimilar conocimiento que tiene consecuencias ya visibles, que reclama una revisión en la forma de educar ya desde la escuela, y un esfuerzo por parte de las instituciones en comprender que, de algún modo, se han quedado anticuadas.
El canal de asimilación de información es determinante en nuestra manera de comprender la realidad, y el oído y la vista fueron nuestras primeras vías de conexión con el mundo. El habla se desarrolla para dar nombre a las cosas que vemos o pensamos, para luego decirlas al oído; se desarrolla nuestra inteligencia simultánea, nos explican en el libro. Sin embargo, lo que Simone identifica como Primera Fase de la historia del conocimiento es la aparición de la escritura, que supone una transformación en la manera de digerir el saber. La escritura es la respuesta a la necesidad de hacer estable el mensaje, trascendente en el tiempo. Gracias a ella el conocimiento permanece grabado en un soporte físico y se constituye una memoria colectiva, un almacén del conocimiento de la especie, que abre nuevos horizontes en el saber. Emerge en consecuencia una nueva forma de entender, una configuración sensorial diferente y más compleja, la inteligencia secuencial, herencia de la escritura y la lectura, que obliga a la mente a ordenar y estructurar los mensajes de forma lineal, mientras traduce los símbolos, las letras. Nace así la visión alfabética, que marcará nuestra estructura cognitiva hasta hace bien poco, con el florecer audiovisual y la entrada en la Tercera Fase.
La explicación es interesante, creo, y necesaria, para comprender la importancia de que hoy hemos vuelto a la asimilación simultánea de información en perjuicio de la comprensión lineal clásica, y las generaciones más jóvenes pertenecen, según Simone, a un planeta diferente en cuanto a comunicación respecto a la de sus padres; la barrera generacional es mucho más grande, diferente que en épocas anteriores. Los efectos del cambio actual los identifica el autor sobre todo en los usos discursivos de los más jóvenes –y el empobrecimiento del lenguaje- y en las consecuencias de la editable y actualizable forma de escribir y leer de la era informática, previsible fin del concepto clásico de texto.
Ni siquiera la difusión de la imprenta, la Segunda Fase según el libro, supuso un impacto parecido al de hoy día. Entonces el conocimiento se hizo accesible a la masa, se universalizó, pero el paradigma del saber seguía basado en la comprensión lineal-secuencial del texto. Hoy la cantidad de información ha crecido de forma exponencial no sólo en los archivos del mundo, sino también en los mensajes que nos llegan, traducidos ahora a imágenes –más de mil palabras cada una, según cálculos del LHC*- y sonidos, que llenan nuestras confusas mentes de estímulos simultáneos. El bombardeo informativo es constante, pero, dice el autor, nuestra baja racionalización del mensaje hace que éste sea volátil, apenas un titular y una breve descripción en nuestra mente de cada cosa que creemos conocer, pero que luego no sabemos explicar -¿seré tonto?, No, es usted víctima de la Tercera Fase, y, lo siento, creemos que es inoperable-.
La evolución del pensamiento que sugiere Simone, encuentra, según dice, inepta respuesta en las instituciones sociales, y más en concreto en la supuesta garante del saber, la escuela, a la que describe como “el refugio en el que nos encerramos para protegernos del conocimiento”, donde “los conocimientos se hacen sedentarios, envejecen y se hacen estáticos” –chicos de la E.S.O., alguien os entiende-. El autor llega a estas conclusiones ante la evidencia de que esta institución no cumple con los requisitos que exige la actual revolución cognitiva: velocidad de crecimiento del conocimiento y diversidad temática, por un lado, y, por otro, modernización en los métodos de formación en las actuales vías de acceso a la información. Los datos que cita Simone indican que la alfabetización se ha detenido en los países avanzados, manteniendo una cuota estable de analfabetos. La escuela fracasa cada día un poco más y de eso sabemos aquí.
Casi todos hemos sufrido la rigidez de conceptos de la educación –pública- en España, da igual el nombre de la reforma que te tocó, y hemos constatado la ineficacia de la escuela para formarnos dentro de un entorno tan moderno como real, aunque aparentemente alejado de nuestros profesores. No olvidemos que vivimos en la reserva mundial del fracaso escolar; España es al náufrago académico lo que Yellowstone al lobo, y libros como éste nos dan pistas de qué puede estar pasando. No somos más tontos, nos educan peor. Haced memoria, nacidos en los ochentas, y recordad, por ejemplo, aquellas aulas de informática de vuestros institutos –donde debían prepararnos para esta era- y decidme cuanto aprendisteis allí. Efectivamente, iba a decir lo mismo. Pasad, bienvenidos a la Tercera Fase.
*Obviamente, astuto lector, los estudios del CERN no se dedican al cálculo del valor de las imágenes en palabras, sólo es una licencia que usa el autor.
Buenas. Me gustaría comenzar expresando mi desacuerdo con la afirmación de Sartori acerca del Homo Videns y la involución cognitiva. Hasta donde entiendo, el desarrollo de la inteligencia secuencial y el de la inteligencia simultánea no son excluyentes, sino más bien complementarios. El aprendizaje a través de distintas vías supone un perfeccionamiento sensorial e intelectual, ampliando la capacidad de adaptación a estructuras informativas de distinta naturaleza, así como activando nuevas zonas del córtex cerebral. La complejidad de las actuales narrativas audiovisuales e interactivas, además, es tal que exige un trabajo interpretativo permanente a sus usuarios.
ResponderEliminarDentro del terreno televisivo, tan denostado por Sartori, existen en la actualidad multitud de series que plantean intrincadas situaciones vitales y personajes en absoluto simples, como Los Soprano (la mejor de todas), que te ayudan a reflexionar sobre tu propia existencia y que requieren un esfuerzo apreciable para su comprensión.
Por otro lado, programas como Megaconstrucciones están rompiendo moldes e instruyendo, de forma amena, casi sin que nos demos cuenta, en cosas tan complejas como el proceso de ingeniería que hay detrás de las obras arquitectónicas más alucinantes que el hombre ha levantado. Algo de ese estilo, dejando a un lado la dramatización propia del medio y profundizando en los aspectos más técnicos, supondría un complemento ideal a la formación en distintos campos de la construcción y la industria, una idea que esbozo aquí y a la que volveré más adelante.
Fuera del mundo de las ondas, otro ejemplo de las ventajas contraídas en la tercera fase podría ser la habilidad adquirida a través de los videojuegos, donde el usuario interactúa con un entorno vivo que mantiene alerta todos tus sentidos y su cerebro procesando a velocidad de vértigo. Como ejemplo, existen estudios que demuestran que un cirujano opera con más destreza y precisión si en sus años de formación ha practicado de forma habitual con videojuegos.
Aquí os dejo la opinión de una voz contrastada entre los divulgadores científicos que tenemos en la actualidad en nuestro país:
http://www.europapress.es/nacional/noticia-punset-asegura-experiencias-videojuegos-contribuyen-cambiar-cerebro-20101125140011.html
Y aquí, un ejemplo, estrechamente relacionado con el enlace anterior, que muestra hacia dónde se dirigen algunos videojuegos:
http://www.finanzas.com/noticias/economia/2010-11-25/386864_naraba-transforma-videojuegos-motor-para.html
A través de los videojuegos se desarrollan facetas de nuestro intelecto que la lectura y la escritura marginan, aunque el compromiso entre las diferentes vías de conocimiento ha de existir, pues el incremento de las facultades impulsadas por los videojuegos va en detrimento de las favorecidas por la lectura y la escritura. La razón es simple: el tiempo dedicado a la televisión o a los videojuegos es tiempo perdido para la lectura o para la escritura; y las consecuencias, claras: ya se empieza a notar que el nivel de redacción está cayendo, en este país, a la misma velocidad que cae una moneda lanzada desde un rascacielos. No hay más que observar cómo escribe el usuario medio de blogs y redes sociales, incapaz de estructurar frases ni componer prosa alguna más allá del chascarrillo fácil trasladado directamente, a través del teclado, de la calle a la pantalla, y cómo en cuanto se proponen acometer cualquier tipo de síntesis salen a relucir las deficiencias sintácticas y las carencias literarias. Capítulo aparte merece el buen uso de las reglas ortográficas, así como la propia transformación del lenguaje empleado en la Red, cuestión que valdría para escribir otro artículo del mismo calado que el que nos ocupa.
Como el que no se consuela es porque no quiere, mi bálsamo consiste es pensar que, aunque el nivel de escritura/lectura medio se vea reducido, siempre habrá grandes escritores y ávidos lectores.
Habiendo esclarecido mi postura en cuanto a las bondades inherentes a las nuevas formas de adquisición de conocimiento, mayores en número, a mi juicio, que sus desventajas, avancemos hacia la situación actual en las aulas y la necesaria revolución en la filosofía formativa que propone Simone.
ResponderEliminarAntes de la llamada tercera fase, el conocimiento llegaba a nosotros casi por exclusiva bajo soporte textual. Muchas de las artes y ciencias requieren este tipo de soporte, cada vez más presente entre nosotros en formato digital, con la Literatura como ejemplo paradigmático, o las Matemáticas, donde teoremas y fórmulas no se entienden sin el modelado de los símbolos. Sin embargo, existen muchas otras cuya enseñanza mejora con el uso de recursos audiovisuales, como las artes gráficas o las ciencias de la naturaleza. En general, cualquier libro que exija imágenes para ilustrar el texto es susceptible de adaptarse a un formato audiovisual.
Retomando el hilo de cavilaciones previas, hoy en día tenemos a nuestra disposición infinidad de documentales y programas divulgativos en televisión, así como videojuegos de carácter pedagógico, de gran valor didáctico en multitud de áreas, que podrían servir de referente a la hora de abordar esta cuestión en las altas esferas docentes. El problema reside en la barrera generacional de la que hablas en tu artículo, en la imposibilidad que muestra un amplio porcentaje de adultos, criados a golpe de libro, para adaptarse a las nuevas tecnologías e instrumentos del conocimiento surgidos en esta época. Es esa misma barrera la que impide tanto a las cabezas pensantes como a las ejecutoras, que rigen el funcionamiento de las instituciones docentes, a dar el paso hacia el nuevo modelo.
Me gustaría concluir con un mensaje de esperanza, y es que parece lógico pensar que la incapacidad actual de la escuela para afrontar los cambios necesarios irá desvaneciéndose gradualmente con el relevo progresivo de jóvenes por adultos en los estamentos educativos.
Un saludo y gracias por inducirme a la reflexión en un asunto tan interesante.
Gracias por pararte a pensar. Me alegro de que te haya interesado y de que lo demuestres echándole un rato al asunto.
ResponderEliminarEl libro de Simone no entra en ningún momento en el terreno de la valoración. Es, como apuntas, Sartori el que sí parece verdaderamente preocupado por las consecuencias del cambio de canal de asimilación, llegando, como comento en el post, a augurar una involución cognitiva. Simone, por su parte, se limita a constatar el cambio y, si acaso, a advertir de los efectos posibles de éste en la manera de percibir, que no tienen que ser necesariamente negativos. Ejemplos de ello son las ventajas que tú apuntas en tu interesante comentario, como la de la influencia de los videojuegos -geniales los artículos que enlazas, por cierto-. En cuanto a los programas de TV que mencionas, no dudo de que los contenidos sean interesantes y de que, de algún modo, se democratice el saber gracias al creciente interés por la divulgación y su respuesta en canales como National Geographic y otros tantos que surgen a la sombra de éste, aunque algunos lo hagan con un estilo más que cuestionable -Discovery, una vez más-, pero no olvides que estos contenidos son asimilados por el canal audiovisual, por lo que son parte de ese cambio en la percepción. Es decir, insisto, no se duda de los contenidos, pero sí se sospecha del individuo que sólo los asimila por vía AV. Por suerte, como bien indicas, hablamos de tendencias generales y siempre habrá buenos lectores, aunque debe quedar claro a éstos y a los hijos de la nueva generación que ambos deben luchar por no quedarse atrás en ninguna de las dos modalidades. Tan inútil será un chaval que no potencia su inteligencia secuencial -lectura- como el clásico lector que no mejora su comprensión simultánea -audiovisual- a la velocidad que los actuales medios nos exigen a todos.
En cuanto al tema de la educación, efectivamente, nos queda la esperanza de que ya se morirán los viejos, claro, pero mi aflicción no disminuye al comprobar que el proceso de adaptación de la institución educativa se ha hecho a ritmo geológico, en contraste con la velocidad a la que ha cambiado la realidad de la exigencia cognitiva desde hace veinte años. Las víctimas: los que hemos sufrido el cambio inicial mientras estudiábamos en centros que no estaban preparados para esta era y que, en muchos casos, siguen sin estarlo. Una penita.