Falling Skies: nada nuevo bajo el ovni.


Hoy, solo unos días después de su estreno en EEUU, el canal TNT estrena en España la serie Falling Skies, producida por Spielberg y convenientemente anunciada al estilo viral que ahora tanto se lleva y que tan bien funciona para estos géneros, marcianos, zombies y tal. Una serie que, en su estreno hace cinco días, ha sido el evento más visto del año en la televisión por cable yanqui con 5,9 millones de espectadores, por 5,3 que tuvieron los decepcionantes muertos vivientes, por ejemplo. La campaña de publicidad se ha basado en una serie de eficaces teaser trailers –arriba- que inquietaban sin mostrar, sugiriendo a nuestra imaginación el terrible mundo al que amanecía la humanidad tras una invasión alienígena, contado todo por los más inocentes de nuestra raza cavernícola, los niños.


Está claro que la imaginación  es poderosa y resulta que, después de ver el primer capítulo, tras  una hora y media esperando toda la emoción y desenfreno que me vendieron, me quedo con lo que intuía en los tráilers, algo ya típico de Dreamworks. Es importante tener opiniones propias, pero si pudiera volver atrás ni me molestaría en ver esta serie. Si, como a mí, la firma de Spielberg como productor ejecutivo le hace albergar alguna esperanza, desista, ese aval ya no es una garantía de calidad, véase Transformers. Si le tira a usted la ciencia ficción y el tráiler de arriba le toca la fibra fantástica, olvídese, quédese con las promesas de ese vídeo promocional: será menos decepcionante y ganará usted una hora y media de vida que ahora me debe. Da igual, se la regalo, ya no me la debe. Tampoco se la recomendaré si es un adicto a las series y ni siquiera es usted exigente; seguro que puede revisar Urgencias u otra serie de hospitales, o cualquier culebrón al uso, donde podrá encontrar menos lugares comunes, situaciones más interesantes. Y fíjese en lo que le digo porque, ni aún cuando usted, posible espectador de Falling Skies hoy a las 22:15, fuese un enamorado de las rubias de tipo medio oeste, que abundan en este primer episodio siempre rifle en mano, pues ni aún así, decía, le recomiendo esta serie, ya que las encontrará mejores en esa categoría de series con rubias del medio oeste sosteniendo rifles.

Previsible hasta decir basta, la sucesión de situaciones que viven los personajes, atrapados en una realidad de survival horror alienígena, se puede anticipar escena a escena; las secuencias de acción salvan al resto, pero de eso no se puede vivir ni una temporada; los efectos resultan visualmente pobres, salvo en el cuerpo del alienígena que matan, secuencia en la que suponemos se fue todo el presupuesto y en la que además tenemos que sufrir una referencia a La chaqueta metálica lamentable por lo trascendente de aquella escena y lo banal y mal traída de esta.

La realidad de que no se puede juzgar la serie por el primer capítulo choca con la certeza de que difícilmente dará para mucho más, habida cuenta de que los esfuerzos por captar fieles se centran siempre en el episodio piloto. Seguir con ella dependerá, pues, de la fe que uno le ponga o del tiempo libre que se tenga este verano, allá nosotros. 

3 comentarios:

  1. La firma de Spielberg como director todavía puede ser un reclamo para los que nos quedamos prendados de El diablo sobre ruedas y Tiburón, pero su gancho como productor es más dudoso. Quizá sea debido a que hace tiempo que Spielberg no piensa como un cineasta, sino como un promotor de atracciones de parques temáticos.

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  2. Tú lo has dicho, Spielberg ya piensa sólo como hombre de negocios. Su mitad malvada le ha comido el seso a aquel gran director que era. Como síntoma revelador solo hay que fijarse en la última de Indiana Jones.

    Nos quedan las joyas que ya no podrá cambiar, como ese Diablo sobre ruedas que citas y que es uno de mis primeros recuerdos de lo que es el terror de verdad.

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  3. yo la vi ayer y ya deseo que los bichos verdes esos se zampen a los personajes.Me caen todos mal. A la mierda de guión solo le faltaba que a los platillos voladores se les viesen los hilos.

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