Bacterias, hamburguesas y cine.

Esta ha sido la semana de la bacteria E. Coli en Europa, al menos de una de sus más ilustres mutaciones, la O104:H4, que se está llevando por delante a unas cuantas personas en nuestro continente y a la imagen de ciertas instancias del poder alemán, ese que señaló a los pepinos españoles antes siquiera de contar con unas analíticas fehacientes, que, por cierto, ahora exculpan a nuestras hortalizas.

Esta cepa, de origen aun desconocido, es una variante agresiva para el organismo humano de una bacteria que cuenta con versiones tristemente conocidas para nuestra especie, como la O157:H7, llamada de forma cariñosa la bacteria de las hamburguesas por su presencia activa en la carne picada que ha sido manipulada de manera negligente. Que ahora la nueva plaza fuerte de este microbio sea Hamburgo sólo es una de esas extrañas casualidades que a veces ocurren, y no la señal que algún conspiranoico querrá ver. No sé antes, pero desde luego, las hamburguesas ya no vienen de Hamburgo.

Las hamburguesas, decía, residencia de las hasta ahora conocidas cepas más letales de este maldito germen, suelen venir del McDonald´s o Burguer King, por ejemplo; de cadenas de comida rápida que ya han hecho de este plato un icono pop no ya por su significado cultural en la era moderna, sino como un resumen emparedado de todo lo que hacemos mal los humanos de esta época. Abaratar costes de producción es una –la- premisa del salvaje mercado que mueve un mundo donde la ética es sólo una pose, un reclamo publicitario, y ser competitivo, a veces, tantas veces, parece obligar a la industria a fumarse fases de control en el producto que la prudencia, esa puta apaleada, nunca desdeñaría. El resultado: muchas hamburguesas contienen mierda; la caca de la vaca que se cuela en la picadora cuando no hay tiempo para andarse con minucias como limpiar la cadena de despiece.

La película Fast Food Nation (2006, Richard Linklater –ya enlazaré-) viene al caso no sólo porque su argumento gire en torno a la presencia de materia fecal en las hamburguesas de ciertos restaurantes, sino porque, en estos días de incertidumbre en lo que a seguridad alimentaria se refiere, conviene que nos acerquemos a los entresijos de una industria que, tras conocerla mejor, comparte más similitudes con las infames armamentística y farmacéutica que con esos paraísos de verdes praderas que evocan en sus anuncios llenos de vacas -locas- encantadas de servir a la causa.




La cinta se basa en el trabajo de  Eric Schlosser, periodista investigador que ha centrado su esfuerzo en enseñar los trapos sucios de la industria alimentaria norteamericana, y que con el libro Fast Food Nation: the Dark Side of the All-American Meal incomodó a Mc Donald´s hasta el punto de que la cadena se replantease su estrategia comunicativa y reaccionase –también espoleada por Super Size Me (2004)-, comenzando a venderse como el paradigma de lo sano y lo cuidado, lo equilibrado y lo trazable, a vender confianza, vamos, llegando incluso a comprar carísimos espacios en informativos para dedicarlos enteramente a la vergonzosa promoción de una multinacional, como estos de la BBC, que ni se sonroja al defender una campaña tan sospechosa, tan obviamente retribuida. Vean:


Fast Food Nation no es un documental, es una cinta de ficción que se inspira en el libro homónimo y que, ni mucho menos, alcanza el nivel de interés del texto de Schlosser, que muestra, en su libro, a través de sus investigaciones y entrevistas con empleados de la multinacional, una realidad inquietante que afecta a todos los que rodean a estos gigantes de la alimentación, es decir, a todos nosotros. La película presenta una historia que entrecruza todos los niveles de esa realidad y que da un hilo narrativo a un trabajo puramente periodístico, acercándolo a nosotros a través del cine. Aun así, el espectador debe saber lo que está viendo, y aunque Mc Donald´s se llame Mickey´s y un Big Mac sea un Big One, el hecho es que aquí se habla de cosas muy reales que nos interesan como consumidores o, siendo precisos, como víctimas potenciales.

Para que no cunda el pánico, y para ser justos, hay que destacar que la mayoría de las intoxicaciones por E. Coli en el mundo no provienen de estas cadenas de comida rápida. De hecho, en EEUU se estiman, según estudios gubernamentales, unos 74.000 casos anuales, con 61 víctimas mortales, y aunque la enfermedad  se suele contraer al consumir carne insuficientemente cocinada, el origen de la intoxicación no siempre queda claro y puede producirse por diversas causas. Conviene señalar que la mutación peligrosa de la bacteria llega al organismo por el contacto de los alimentos con sustancias fecales de ciertos animales, y esto es susceptible de suceder, sobre todo, en entornos productivos escasamente controlados, como en al ámbito rural, donde el procesado doméstico adolece de vigilancia sanitaria. También hay casos como el de los zumos de manzana de la empresa Odwalla, que infectaron a muchos consumidores en EEUU en los años 90, o la contaminación de verduras que parece que ahora vivimos en Europa, pero cuando el origen de las intoxicaciones se acerca a cadenas tan internacionalmente populares, tan supuestamente solventes, la sensación de indefensión ante la negligencia es inevitable.

La mención a Mc Donald´s no es un capricho, ni sus escándalos solo se circunscriben a EEUU. En Argentina murió un niño y otros fueron gravemente afectados por la E.Coli en el año 2003 tras consumir presuntamente hamburguesas de esta cadena. Los padres de aquellos pequeños aun luchan en los tribunales contra la multinacional norteamericana y la información al respecto en los medios es tan escasa que hace sospechar de la fuerte presión que pueden ejercer ciertas empresas y el poder que tienen éstas en los medios de comunicación y los políticos. En Chile todavía se preguntan por qué en 2001 el Ejecutivo en pleno –con la Bachelet incluida- salió a cenar, rodeado de periodistas, a un Mc Donald´s para demostrar lo buenas que eran sus hamburguesas, contradiciendo las medidas de sus inspectores sanitarios días después de  que el organismo público competente (SESMA) clausurase varios restaurantes de la cadena por encontrar variantes nocivas de E.Coli en sus sándwiches. 



8 comentarios:

  1. Al final las bacterias alemanas estaban en la soja, pero vigilaré las hamburguesas. Mejor las hago en casa...

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  2. Siempre acusando a las grandes empresas. Viva la demagogia. Los niños argentinos esos son unos sacacuartos que seguro que se comieron una vaca podrida en su casita y lueogo a sacar millones.

    Y la pelicula otra mentira de un conspiranoico, yo llevo comiendo hamburguesas en McDonals de siempre y ni E.coli ni hostias. No son muy buenas, pero no llevan mierda.

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  3. estos niños como son......comen mierda en su casa y luego le echan la culpa al pobre Sr Mc Donalds... o a lo mejor es que tu organismo ya esta acostumbrado a la mierda y ya no te afecta

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  4. Para comer buenas hamburguesas en Madrid sin desmadrarse en el precio, yo recomiendo las de Alfredo´s Barbacoa y las de New York Burger. No sé si las de McDonald’s contienen mierda, pero una mierda desde luego que son.

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  5. Será un placer visitar esos lugares, emiliano. La búsqueda de la hamburguesa perfecta es una empresa a la que dedicamos mucho esfuerzo arterial mis amigos y yo, y los debates suelen acabar mal, con bandos enfrentados y madres mentadas. Me los llevaré a Alfredo´s y New York a ver si firmamos un armisticio.

    Un honor que se deje caer usted por aquí...

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  6. Oiga, anónimo del segundo comentario, solo le he recomendado que vea una película. Yo no digo nada que no aparezca en ella o en las hemerotecas de medios internacionales que presumo contrastan sus informaciones antes de publicarlas.

    Y no se ponga faltón con esos niños, y visite la web de la ONG que sus padres crearon. Argentina es, según esa web, el país del mundo con mayor incidencia de estas cepas dañinas de E. Coli, así que no es raro que le ocurra eso a Mc Donald´s, que compra la carne en el mercado local. Lo que tiene gracia es que la película que recomiendo también habla del tema, pero en EEUU, y además muestra otros problemas, como la seguridad en el trabajo y la relación de la sociedad con estas empresas.

    O mire, mejor léase el libro de Schlosser, y punto.

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  7. lo que queda claro es que una vaca debe de tener la mejor vida y la muerte debe de ser siempre indolora y limpia.Increíble que en el siglo 21 y habiendo llegado a la luna o a marte estemos peor que en las cavernas y perdiendo el respeto por lo que comemos, que es lo que somos, y por poner en manos negras desconocidas lo que nos llevamos a la boca. VIVA LA AUTOGESTIÓN

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  8. completamente de acuerdo con el comentario anterior, y lo peor de todo es que todos sabemos perfectamente la clase de mierda que comemos y el trato que se le da a los animales, pero, alegando excusas tan sólidas como "pues yo lo he comido siempre y no me he muerto" o "total, si es una vaca" pues nada, viva la pepa. Si, es verdad, somos lo que comemos...

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