Si uno se sorprende a sí mismo buscando sinónimos de pretencioso y antónimos de trascendente a mitad de una película la cosa ya no tiene solución; mirar al techo o comentar la lista de la compra con la amiga son otros síntomas y las primeras señales de lo mismo. Las Vidas Posibles de Mr. Nobody consiguió en mí estos efectos a los cuarenta minutos, más o menos, tras aclararme que la cosa iba a seguir por ahí, por donde iba.
Nemo Nobody, así de pedante es el nombre del protagonista, revive sus posibles vidas desde un futuro en que él es el último mortal o las prevé desde un pasado en que es un niño ante su primera decisión trascendente. Créanme, da igual. Esa decisión de infancia abrirá múltiples caminos posibles en el futuro y su yo centenario parecerá recordar cada probable versión de su vida pasada. Si te vas con mamá en el tren la cosa será así y si te quedas con papá en el andén será asá.
La obviedad de que cada decisión nos lleva por un camino sirve aquí para hacer profunda reflexión y, de paso, un experimento narrativo contándonos como serían las vidas de este señor. Un coñazo, ya se lo digo yo. Tenemos que perseguir al protagonista -Jared Leto- por un laberinto de líneas narrativas paralelas, tres en principio, pero que después se ramificarán según sople el viento, las cuales, cada una, están marcadas por la chica con la que termina Nemo.
La deliberadamente deslavazada estructura narrativa contribuye a la desconexión del espectador y consigue largos tramos en los que la única esperanza es que vuelva a salir Diane Kruger o que todo forme parte de un gran plan que nos deslumbre en su traca final. Los que hayan visto Lost se engañarán no mucho más de media hora, acertando. No hay traca final.
La Teoría de cuerdas, el concepto de entropía, el ángel del olvido que hoy libra y no le borra la memoria a Nemo antes de nacer, son los peregrinos argumentos sobre los que se sostiene este viaje lisérgico por las vidas de Mr Nobody y, como ven, Jaco Van Dormael, su belga director, ya nos pide desde un principio que aceptemos sus premisas sobre el discurrir del universo y las dimensiones ocultas. El premio que nos ofrece al tomar la píldora roja y admitir sus geniales ocurrencias es un recorrido por la memoria de toda una vida y de otras dos o tres, ya no sé.
A base de imágenes sugestivas, de medido efecto en nuestros sensores, Van Dormael, apoyado en una excelente dirección artística, revela una meritoria habilidad para hipnotizar nuestra vista y apelar desde ella a otros sentidos: el sol en la piel, el olor de su pelo y su tacto en tu hombro, esos detalles íntimos que vuelven a nuestra memoria de repente y nos hacen recordar cómo era todo entonces, cómo era de verdad. Los problemas de la cinta son el ritmo, la historia, los personajes; todo acaba dando igual si no se conecta con ello desde un principio y a través de unos mecanismos que escapan a mi sensibilidad.
La película podría ser emitida como fondo en las pantallas de una fiesta pastillera sin ningún problema: la colección de imágenes sugestivas, de recuerdos de diseño, es estupenda, pero, una vez constatada la maestría del realizador como DJ visual la cosa se queda ahí. Si no se ha creado un vínculo con la historia a los cinco minutos, sólo cabe recurrir a la curiosidad del espectador para llegar al final, que resulta igualmente arbitrario e injustificable a estos ojos.
Para rematar la faena, se añade el hándicap de que el protagonista sea el insustancial Jared Leto, que hace bastante con no crear total rechazo tras dos horas sosteniendo el peso de esta locura triposa imaginada por un director que lo único que ha hecho en los últimos trece años es aparecer en los agradecimientos de la seudoporno Fóllame en el 2000, gratitud que prefiero que no me expliquen. Imaginamos que todo este tiempo estaría ocupado cortando y pegando el storyboard de Las Vidas Posibles de Mr Nobody, para componer, usando la proporción áurea, lo que aquí nos presenta: una genialidad insoportable, una de culto, una complejísima y sugestiva frivolidad.
Gracias, Sr Rosa. Me va a ahorrar usted los cuarenta minutos esos que tarda uno en darse cuenta de que le están tomando el pelo... y de eso a mí ya me queda bien poco ;)
ResponderEliminarque vergüenza, que poca personalidad, dejarse llevar por las opiniones de un garrulo superficial y PEDANTE... no acuses a los demas de tus propios defectos. Y el anonimo es el prototipo social contemporaneo insoportable: el automata de turno...
ResponderEliminarSi te da vergüenza esto, vas a tener que hacértelo mirar. Vergüenza tendrían que darte otras cosas, como la violencia, la intolerancia o el fanatismo sin límites que te define e identifica… incluso podría aflorarte cierto rubor al leer lo que has escrito, si tu lucidez te lo permitiese, lo cual no es algo por lo que parezca que uno pueda apostar sin, al menos, dar por perdido su dinero. Tranquilízate, respira profundo y piensa; por una vez, párate a recapacitar. Si lees tu comentario con sosiego y sin prejuicios, podrás observar cómo en él la razón brilla por su ausencia, subyaciendo, por el contrario, cierta incapacidad intelectual. No te culpo, estás enojado porque han menospreciado tu obra fetiche; la ira nunca fue buen soporte para la reflexión.
ResponderEliminarNo hay pedantería alguna en la opinión vertida, en el análisis realizado; sólo hay sentimientos. Nuestro escritor (el bueno, el que sabe, el que argumenta, el que adorna las ideas con inteligencia, sutileza y perspicacia) expone una crítica en la que, sin perder la perspectiva de los distintos ángulos (entiéndase, si no es mucho pedir, el significado de la frase: “Si no se ha creado un vínculo con la historia a los cinco minutos…”), propone una lectura, la suya, la que le interesa a sus lectores, diferente de la tuya, que seguramente a nadie importe.
He de concederte, anónimo vulgar, pensador limitado, que tampoco hay pedantería en tu exposición, pues no se halla en ella sabiduría alguna.
Lo de la superficialidad es otro tema, abierto y expuesto a la subjetividad individual. Personalmente me parece más superficial tu comentario que el artículo de nuestro blogger, de aquí a La Patagonia. En realidad, tus palabras son un dechado absoluto de superficialidad; el paradigma de la frivolidad, que no es otro que el insulto gratuito e injustificado.
Continuando con tu texto (¡esa joya!), el prototipo social contemporáneo no existe más allá de tu cabeza, poco y mal amueblada por lo que denota el trazo de tus pensamientos. Generalizar es uno de los mayores pecados que podemos cometer y la ignorancia, en este caso la tuya, la madre del atrevimiento. Si el anónimo se “deja llevar” o si acepta una recomendación de alguien cuyo gusto cinematográfico seguramente conozca (y muy probablemente comparta) sobradamente, es asunto suyo, para nada tuyo. Amigo, la vida es corta y hay que escoger; entre libros, películas, discos,…, uno no tiene tiempo de tragarse toda la mierda que a cualquier lunático le dé por escribir, dirigir, componer…, excretar, al fin y al cabo.
De nuevo, y a riesgo de convertir esto en un paredón, en un abuso sistémico y despótico, he de indicarte que el automatismo no tiene nada que ver con la sugestión. Un comportamiento automático se asocia a la repetición rutinaria de un proceso concreto, mientras que un comportamiento sugestionado es lo que tú, sin saber, intentas expresar que el anónimo mantiene al descartar el visionado de la película merced a la credibilidad que nuestro blogger le merece. Si la palabra es la forma de articular el pensamiento, la coherencia de tus ideas debe ser cómo la partícula sin masa de la que nos habla la Física moderna, imposible de probar su existencia empíricamente.
A todo esto, ¿qué era lo que decías que te gustaba tanto de la película?... Tú más que vergüenza lo que das es pena.
Cuanta mala leche. Sólo por una crítica. Una crítica tiene una parte importante de subjetividad. Que el que se atreva a escribirla sea un garrulo superficial no es algo de lo que un internauta sensible esté libre, por desgracia. Lo de pedante ni lo menciono, ya que es un término que se usa con mucha ligereza hoy en día y del que, para no ser acusado de eso mismo, no aclararé su uso correcto. A los diccionarios me remito. Eso sí, creo que no uso un lenguaje innecesariamente complejo en mis entradas. Vigilo eso.
ResponderEliminarOtra cosa son mis opiniones. Intento ser fiel a lo que siento cuando escribo sobre una película, con el inconveniente que tiene dar a conocer los pareceres de uno. Siempre habrá otras formas de ver y no todos saben expresar las suyas con un mínimo de educación, como he comprobado en este blog.
La película que critico en este post me pareció tan pesada y prescindible como indico en él. Sé que esta cinta ha gustado a mucha gente y me ha sorprendido tener una visión de ella tan distinta a la de otros analistas cuya opinión respeto y con la que suelo coincidir, como Juan Luis Caviaro en Blogdecine, sin ir más lejos, pero así es la vida, no puedo gustar a todo el mundo, y prefiero contestar aquí a tener que moderar los comentarios del blog. Al menos de momento...
Por cierto, segundo anónimo, ya que lo dices, sí, el anónimo es un prototipo insoportable, justo como Mr. Nobody. Qué apropiada coincidencia ¿no?
ResponderEliminarJoder, qué paradoja que alguien que comenta como "anónimo" diga que "anonimo es el prototipo social contemporaneo insoportable: el automata de turno... "
ResponderEliminarSe estará aludiendo a sí mismo?
Además añadiré que su troll oficial me pone los pelos como escarpias! Le aplaudo por ello.
A mí sí que me pone los pelos como escarpias. Publico cada post temiendo su reacción. Pero administra su ira con justicia. Nos sacude a todos. Al principio pensé que era una maldición divina, pero se autoproclamó troll de la casa y de vez en cuando se pasa para repartir estopa. Se le coge cariño, aunque muerde. Ahora que no nos oye, debería proponerle escribir algún blog, teniendo en cuenta las parrafadas que se nos marca. ¡Manifiéstate!
ResponderEliminarMe encantó mr Nobody, sin duda es de mis películas favoritas, creo que lo que más me gustó fue la fotografía de Christophe Beaucarne es una película maravillosa
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